La muerte de Làzaro
Mucho se nos ha predicado
acerca de las lecciones que nos dejó la muerte de Làzaro: De las reacciones de
Cristo; de las actitudes de las hermanas de Làzaro; de cómo reaccionaron los
discípulos, etc. Hoy, quisiéramos analizar el sentimiento tan profundo que ha
de haber sentido Cristo con la muerte de su amigo, no por la desaparición
física de èste, pues él sabìa perfectamente que Làzaro resucitarìa, e incluso
que Làzaro sería testigo de su propia muerte en la cruz. El punto, es que,
cuando Cristo llorò frente a la tumba de Làzaro antes de resucitarlo, lo hizo
ciertamente por la incredulidad de todos los que allí estaban y aún no creían
quién era él; pero tambièn porque Cristo sabìa que ese milagro iba a ser el
último que realizarìa en público (pues recordemos que aún en el huerto de
Getzemanì casi en privado, sanò la oreja
cortada de Malco, Juan 18:10). y que representarìa su propia sentencia de
muerte y una persecuciòn a muerte también en contra de su gran amigo Làzaro (Juan
12:10).
Señor: Danos un honesto celo
por tu casa
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