La tormenta.

 


 

Para quienes vivimos en ciudades de la llanura o en montañas, las tormentas no nos afligen tanto como a las personas que viven en las costas, hasta que nos vemos involucrados en una por estar fuera de nuestros entornos. Las escrituras nos narran el incidente de los apóstoles de Cristo que se convirtió en milagro en el mar de Galilea (Mateo 14). Y hemos de entender que en la vida real también suceden esas tormentas a los hijos de Dios. Veamos por ejemplo lo que le sucedió a un joven al que le gusta el fut ball y tiene cualidades para ello: Es llamado por un equipo famoso para una prueba, pero la noche previa al día en que la prueba se realizó, hubo una tormenta, la cuál lo dejó “tuìdo” por el frìo, por lo que fallò en la prueba y el entrenador lo descartò por NO ser apto. Pasada la tormenta, el eterno rival de ese equipo, lo llamó, y, estando en las condiciones ideales de clima el joven respondió al cien por ciento, por lo que fue contratado de inmediato. Ese joven está, hoy en día, catalogado como el mejor mediocampista no sólo del equipo, sino de su selección y del mundo entero. Los apóstoles no fueron los mismos después de esa tormenta en el mar de Galilea, èste joven tampoco. Moraleja: ¡Las tormentas vienen para hacernos el mayor bien posible!. Meditemos.

 

Señor: Danos un honesto celo por tu casa.

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