Cree usted ¿que lo dejarían entrar?


 

En un mundo de puras apariencias, en donde el pan de cada día, como dijo alguna vez el rey Salomòn: “Todo es vanidad de vanidades” (Eclesiastès 12:8). Y, en donde “la excusa y la justificación para esa vanidad” es: “Para el Señor, lo mejor”. Y abusando de tal pensamiento muchos de los que nos hemos parado o se paran tras un pùlpito, insultan la imagen del Cristo y del Bautista con ostentosas vestimentas, preguntamos: ¿Dejarìan subirse a ese pùlpito a un hombre mal vestido, con el cabello marchito, con apariencia famélica, desconocido por todos o al menos por muchos, no recomendado por ninguno? Sin temor a equivocarnos diríamos que ¡NO, y siempre no!. Y, si ese fuera el caso… Nos estarìamos perdiendo que Juan el Bautista nos enseñara las maravillas de preparar el camino para el Redentor (Marcos 1:6-8). El que entendió, entendió.

 

Señor: Danos un honesto celo por tu casa. 

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