Saber guardar silencio. (Parte uno).
Un àngel se le presenta a Josè
y a Marìa (por separado), y les explica que han sido favorecidos por la
misericordia de Dios para ser ellos los padres “terrenales” del Hijo de Dios
encarnado (Isaìas 11:1-2; Mateo 1:18). Ocho días después de nacido, cuando el
niño ha de ser presentado al Templo como lo establecía la Ley para los judíos,
es enviado el Espìritu a un hombre llamado Simeòn, quien había sido visitado
por Dios hacìa muchísimos años, y, a quien se le había dicho que no moriría sin
ver al UNGIDO (al Cristo, al Mesìas profetizado) de Dios), que el mismo había nacido
(Lucas 2:26). Asì, de èsta forma, estos personajes sabían quién era el niño que
les había sido encargado criar y cuidar y que vendrìa. Pero lejos de hacerlo
público, aunque la escritura solamente menciona a Marìa, es obvio que todos
guardaron todo esto en su corazón (Lucas 2:19-20).
Señor: Danos un honesto celo
por tu casa.
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