Por eso seguimos haciendo el mal.


 

Cuando éramos niños hace seis, siete u ocho décadas, nuestros padres nos decían que si decíamos o hacíamos algo indebido: “La tierra se iba abrir y nos iba a tragar; que el diablo vendría por nosotros en la noche; que por la noche pasarìa el viejito y nos llevarìa con él”, etc. Querìan que aprendiéramos la lección con miedo, con temor, a la fuerza. ¿Funcionò? NUNCA, pues resulta que la tierra no se abrió; que el diablo nunca llegó, y que, tampoco nos llevò el viejito. Conclusión: ¡Podìamos hacer y decir lo que quisiéramos porque no pasarìa nada, y de hecho, lo hicimos!. Hace tres mil años, el sabio rey dijo: “Por cuanto no se ejecuta luego sentencia sobre la mala obra, el corazón de los hijos de los hombres está en ellos dispuesto para hacer el mal” (Eclesiastès 8:11). ¡Esa es una de las razones por las cuales aún pecamos!, Porque el castigo NO viene inmediatamente por la misericordia divina, aunque la principal es el hecho que el mal está arraigado al corazón humano (Romanos 3:23). Meditemos.

 

Señor: Danos un honesto celo por tu casa 

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