Es un viaje, por lo tanto tiene que tener un destino.

 


Nadie, pero absolutamente nadie inicia una caminata sin saber el destino que pretende, quizás lo que cambie o modifique será la vìa que tome, pero, todos estamos conscientes que, ya NO estamos en los tiempos en los cuales “todos los caminos nos conducen a Roma”. El sabio rey Salomòn escribió: “Los vivos saben que morirán” (Eclesiastés 9:5). El escritor a los Hebreos nos dice: “Es necesario que los hombres mueran una sòla vez, y después venga el juicio” (Hebreos 9:26). Y en el final del libro sagrado leemos: “Y vi un trono blanco… y vi a los muertos grandes y pequeños, y los libros fueron abiertos, y fueron juzgados los muertos según las cosas que habían hecho” (Apocalipsis 20:12, recordemos que el apóstol aquí habla en pasado porque él está en ese momento en los cielos viendo todo el panorama). Asì, que, comprendiendo lo anterior, hemos de decir que: lo creamos o no; lo entendamos o no… la vida es un viaje, y ese viaje tiene un destino ¿a dónde llegaremos? ¡Eso depende, lo dice el Espìritu de Dios, de las cosas que hayamos hecho o dejado de hacer en la vida”

 

Señor: Danos un honesto celo por tu casa.

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