Por eso no lo permite Dios.
El ser humano desde la
antigüedad tiene arraigado a su corazón el tener ídolos, o, el hacer de un
lugar un espacio de idolatrìa. ¿Se ha preguntado usted el por què Dios siendo
tan específico en algunos detalles que parecen insignificantes fue tan claro,
como por ejemplo en la construcciòn del Templo, dando medida tras medida y aún
repitiéndolas, pero, no permitió que se conociera la tumba de Moisès? (Judas 1:9). ¿Por què Dios le pidió a Moisès
que elaborara una serpiente de bronce para la sanaciòn del pueblo (Nùmeros
21:8), pero, le pide al rey Ezequìas que la destruya? (2ª Reyes 18:4). Por una simple razón, si por “supuestas”
apariciones las gentes ya arman romerìas a ciertos lugares, dejando por un lado
el sacrificio de cruz que hizo el Hijo de Dios, imagínese usted si tuviéramos
más oportunidades de lugares ù objetos sagrados… Seguramente nos olvidaríamos
del propio Salvador (Mateo 4:10 y Lucas 4:8). Por eso no lo permite Dios. Por
la necedad del corazón humano, y porque uno de los pecados más aborrecidos por
Dios es la idolatrìa, la mejor prueba es que fue por eso despreciò a SU propio
pueblo en beneficio de nosotros los gentiles (Ezequiel 2:4-5 y Oseas 2:9).
Señor: Danos un honesto celo
por tu casa
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