Las làgrimas de los oprimidos.

 


 

Casi cada año, vemos por los medios de televisión a los gobernantes “decretar” un pequeño aumento en los sueldos mínimos de los trabajadores de oficina y campo. Es en casos así en donde vemos el cumplimiento de èste verso de las escrituras. “He aquí, las làgrimas de los oprimidos sin tener quién los consuele”, y culmina el verso: “Y la fuerza estaba en las manos de sus opresores” (Eclesiastès 4:1). ¿Què sucede inmediatamente después de ese anuncio del gobierno? Que TODOS los comerciantes suben sus precios, de tal manera que si el aumento es por ejemplo de 200, al sumar lo que cada comerciante le sube a la canasta básica suma 250 o 300. Pregunta: ¿De què sirvió el aumento?  No solamente de nada, sino que para mal. ¿La solución? No la hay, pues dice la misma escritura en el siguiente verso: “Alabè yo a los finados (muertos) y los tuve por más felices que a los vivos”. ¿Deprimente respuesta o solución, ¡NO!. Pues Cristo nos dijo que angustias y problemas siempre íbamos a tener, pero que él estaría con nosotros todos los días de nuestra vida (Mateo 28:20): y que él es nuestro pan de vida y él proveerà (Salmo 23). En otro sentido, tan sólo es una prueba o señal más, que su llegada está pronta, pues nos advirtió que en esos tiempos (los de su regreso) el pan costarìa el salario de un día (Apocalipsis 6:6).

Señor: Danos un honesto celo por tu casa

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