Las buenas obras.
Conocemos como buenas obras el hecho de extender nuestra
mano para ayudar a quien realmente lo necesita, es decir, convertirnos en un
brazo extendido de Dios hacia los necesitados (Santiago 2:15-18). Esto lo hacen
muchos porque se los enseñaron hacer en casa; otros porque tienen empatìa con
los demás; otros porque no sólo pueden sino quieren hacerlo; pero hay quienes
lo hacen para ser vistos (el Señor nos libre de ser de èste grupo, Mateo 23:5).
La verdad nos la dan las escrituras, el apóstol Pablo nos lo dice así: “Porque somos hechura suya, creados en
Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que
anduviésemos en ellas.” (Efesios 2:10). En otras palabras, todo ser
humano traemos la naturaleza de Dios en nuestras venas, y todo ser humano ha
sido planificado para realizar ciertas obras mientras está sobre la faz de la
tierra. De la fidelidad que tengamos sobre ese plan delante de Dios así será nuestra
recompensa al final de sus días. Algo sì debemos tener bien en claro: “NO
hacemos buenas obras para salvar nuestras almas, las hacemos como gratitud a
que ya somos salvos” (Apocalipsis 20:12).
Señor: Danos un honesto celo por tu casa.
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