El aborto.
A cualquier parte que vayamos, en cualquier reunión que
estemos o en cualquier noticia que leamos o veamos… se está hablando del
aborto. Mencionar la palabra para todos, en un primer momento, nos traslada al
hecho de asesinar a una criatura indefensa, es más, no faltarà quien en su
ciega locura pensarà que asesinar a un niño por medio del aborto es hacer una
OBRA DE CARIDAD pues estarà evitando que “un ser indefenso” venga a sufrir a
èste mundo tan cruel. Pero, esa mentira es otro tema, el hecho que se quiere
enfatizar aquí es otro. Abortar es sinónimo de tirar, de desechar, de renunciar
a algo o alguien. Pues bien, también podemos abortar un empleo, una idea, o
algo más delicado como el matrimonio. Una mujer que cree en el famoso y
distorsionado “empoderamiento” en donde primero es ella, y luego ella y por
último los padres, el esposo o los hijos… está abortando su matrimonio. Y, por
el otro lado un hombre que cree que proveer dinero o un oficio a los hijos, y
luego irse porque ya cumplió… está abortando su responsabilidad y su matrimonio
(Mateo 19:4-6). El matrimonio es un plan de Dios (Gènesis 2:24), no abortemos
el plan de Dios… eso también es pecado. Dios no nos creò para luego
abandonarnos, él prometió que estaría siempre con nosotros… imitèmosle entonces, somos sus criaturas no sus abortos (Mateo
28:20).
Señor: Danos un honesto celo por tu casa.
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