Para el Señor, no para los hombres.

 


 

Nos dice el apóstol Pablo en Colosenses 3:23: “Y todo lo que hagáis, hacedlo como para el Señor, no como para los hombres”. Es bien difícil para el ser humano hacer algo y no esperar un halago, una recompensa, un mèrito, etc. Cristo cuando estuvo sobre la faz de la tierra nos diò ejemplos claros de sencillez y humildad. Hacìa milagros, (ciertamente era por guardar el momento exacto y oportuno, pero también lo hacìa para que quienes le siguieran lo hicieran por amor y convicción no por interés) por ello decía: “Ve, preséntate al templo… pero NO se lo digas a nadie”. Por ello decimos, què gran diferencia con nosotros, que en cuanto hacemos algo que consideramos bueno lo hacemos público. Mientras que lo que consideramos defecto a algo malo, simplemente, lo escondemos, lo tratamos de minimizarlo, o peor aún, lo justificamos. Meditemos.

 

Señor: Danos un honesto celo por tu casa.

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