Dos personas… dos opiniones muy distintas.
Es increíble cómo los seres
humanos juzgamos de mal a otros seres humanos, y no como Dios nos juzga a
nosotros, y esto, se debe a la gran diferencia entre la misericordia de Dios y
la nuestra. Veamos: Un hombre “religioso y celoso de su profesión”, persigue a
los cristianos con una sed de sangre inmensa, pero, camino a ejecutar una de
esas órdenes, el Señor mismo se le aparece y le pregunta: ¿Por què me
persigues?. Sì, nos estamos refiriendo a Saulo de Tarso, fariseo de fariseos
según sus mismas palabras, quien al tener un encuentro personal con Cristo
cambia su forma de vivir, y ahora, cuando nos referimos a él le llamamos “San
Pablo” (Hechos 9 completo). El otro ejemplo es el de una mujer que
reconocidamente practicaba la prostitución, según vemos en Josue 2:1, quien
tiene un encuentro con el Señor, cambia desde entonces su forma de vivir, pero,
a èsta mujer cuando nos referimos a ella le llamamos según su antigua
profesión: “Rahab, La prostituta”. Esa situación persiste hoy en día con
nosotros, cuando una persona tiene un encuentro con Cristo, no dejamos de verle
como lo que fue, y no como el redimido que ya es. Siempre existirà ese
pensamiento: Dos personas … dos opiniones muy distintas.
Señor: Danos un honesto celo
por tu casa
Comentarios
Publicar un comentario