Los nuevos Samaritanos.

 


 

En tiempos de Cristo, hace dos mil años, los Samaritanos, parte del reino del norte y siendo también linaje de Abraham, no se juntaban con los Judìos del Sur en Jerusalèn, porque se habían distanciado cuando el reino de dividió al morir Salomòn (alrededor del año 930 a.c.). Lo que no implica que no conocieran a Dios (Jehovà), la prueba es el hecho que cuando Cristo habla con la samaritana en el pozo, hablan de “adorar” al mismo Dios solamente que en distinto lugar (vea Juan 4:20). Y, luego Cristo le explica que viene la hora, y que había llegado ya, en donde cualquiera puede adorar a Dios en cualquier parte, en el monte, en su casa, en su trabajo, etc. (verso 22). Entonces, a lo que vamos es a lo siguiente: “Hoy (y desde hace dos mil años) CUALQUIERA que adore a Dios NO importando el lugar en donde se encuentre, está agradando a Dios aunque no agrade a los hombres, y será oìdo y bendecido por èl”. Por lo tanto, NO podemos andar creyendo que quienes se reúnen en un recinto, llámelo como quiera (sinagoga, iglesia, congregación, templo) son más santos, más escuchados, y más bendecidos por Dios que quienes no lo hacen, pues haríamos a Cristo mentiroso, y sabemos que eso NO es cierto. Hoy, hay nuevos samaritanos y son bendecidos por Dios, mucho más que otros que asisten a congregaciones con ocultos intereses personales (Judas asistìa y fue eliminado).

 

Señor; Danos un honesto celo por casa.

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